Algunos mitos sobre la enfermedad de Alzheimer

7 de noviembre de 2019
La Alzheimer’s Association define la enfermedad de Alzheimer como un tipo de demencia que produce problemas de memoria, de pensamiento y del comportamiento. Los síntomas, generalmente, se desarrollan lentamente y empeoran progresivamente, afectando a la realización de las tareas cotidianas (comer, ir al baño, vestirse, …).

Aunque existen muchas investigaciones sobre esta enfermedad, siguen habiendo falsas creencias entre la sociedad. Al tratarse de un problema complejo, aún faltan respuestas para algunas cuestiones. La Fundación Pasqual Maragall, dedicada al Alzheimer, ha publicado una lista con ciertos mitos que hay en nuestra sociedad sobre la enfermedad. Algunos de éstos son:
  • La enfermedad de Alzheimer es solo un problema de memoria. La pérdida de memoria es uno de los síntomas más característicos de esta enfermedad, pero no el único. Aunque es cierto, que este problema es el origen de otros como la desorientación.Los síntomas son de tipo cognitivo (pérdida de memoria, problemas de lenguaje, …) y del comportamiento (agresividad, apatía, …). Todos ellos impactan en la autonomía de la persona.
  • El Alzheimer es una consecuencia de envejecer. Con la edad, nuestro cerebro y cuerpo envejece. Se producen cambios en nuestro movimiento, conducta y en la memoria. Por lo tanto, hay que distinguir las consecuencias normales del envejecimiento de los primeros síntomas del Alzheimer. Es una enfermedad y no una consecuencia de hacernos mayores. Además, envejecer no implica desarrollar una demencia.
  • Demencia y Alzheimer es lo mismo. La demencia es la pérdida de capacidades cognitivas que interfieren en la vida diaria. Y el Alzheimer es la principal causa de demencia, pero no la única.
  • Si uno de mis padres tiene Alzheimer, yo también lo tendré. En la mayoría de casos, el Alzheimer no es una enfermedad hereditaria. El 1% de los casos de esta enfermedad son por herencia genética. Por lo tanto, que una persona haya sufrido Alzheimer, no significa que sus hijos también la tengan.
Es importante conocer bien la enfermedad y no dejarnos guiar por las falsas creencias. Así podremos ayudar a la persona que lo padece y acompañarle en el transcurso de la enfermedad.

Por Instituto Carbonell 14 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que no existe una diferencia de edad perfecta en la pareja, porque lo verdaderamente determinante no son los años, sino la conexión emocional. Señala que en consulta ha visto parejas con grandes diferencias de edad —tanto hombres mayores con mujeres más jóvenes como a la inversa— que funcionan muy bien gracias a su complicidad, afinidad intelectual, intereses compartidos y energía similar. Destaca que ninguna edad garantiza que una relación vaya a durar, del mismo modo que tampoco lo hacen otros factores como la cultura, los hijos o los proyectos en común. Por ello, recomienda no dejarse influir por la opinión social y centrarse en lo que la relación aporta a quienes la viven. Concluye afirmando que, más allá de estadísticas o prejuicios, lo esencial es cómo cada pareja cuida su vínculo y afronta sus propias complejidades.
Por Instituto Carbonell 13 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que en la vida, y especialmente en el amor, no todo vale. Señala que aunque tengamos objetivos personales o afectivos, jamás debemos alcanzarlos a costa de manipular, engañar o pasar por encima de los sentimientos de los demás. Advierte que actuar sin límites éticos nos convierte en personas que buscan su propio placer o gratificación sin considerar el daño causado, y eso tiene consecuencias. Subraya que vivimos rodeados de personas con emociones reales, que confían en nuestras palabras y pueden sufrir si usamos esas palabras solo para obtener lo que queremos. Concluye recordando que, igual que no queremos que nos hagan daño, tampoco debemos causarlo: no todo vale y nuestras acciones siempre tienen impacto.
Por Instituto Carbonell 12 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que cuando una relación no fluye de manera natural —ya sea con amistades del pasado, con una expareja, con hijos o con los propios padres— forzarla solo genera desgaste y tensiones innecesarias. Señala que es legítimo intentar recuperar la cordialidad, pero también es esencial reconocer el punto en el que el esfuerzo deja de ser sano y empieza a perjudicar nuestro bienestar. Añade que no debemos supeditar nuestra vida al deseo de obtener perdón o restaurar algo que no avanza por sí solo. Concluye que, si las cosas fluyen, adelante; pero si no, no vale la pena sacrificar la salud emocional intentando que funcione lo que no está preparado para funcionar.