Ansiedad durante la infancia y adolescencia

23 de agosto de 2017

Tal como indica el artículo anxiety disorders in children and adolescents: aetiology, diagnosis and treatment publicado por Aaron K. Vallance en el British Journal Psychiatry en septiembre del 2016 la ansiedad es una respuesta útil en determinadas situaciones, ya que nos prepara para afrontar el peligro. Puesto que hay situaciones que son más peligrosas o más probables en determinadas edades, los niños suelen ir desarrollando miedos distintos en cada etapa. Así pues, cuando estos miedos se encuentran en la edad apropiada y no son excesivos, se considera como una respuesta esperable en los niños, pero si no es así nos encontramos ante un trastorno de ansiedad. Los más frecuentes en la infancia son:

  • Trastorno de ansiedad por separación:

Ansiedad excesiva e inapropiada a separarse de los seres queridos y miedo a que les pueda suceder algo.

  • Trastorno de ansiedad generalizada:

Múltiples y persistentes preocupaciones sobre temas distintos que son difíciles de controlar, además de síntomas fisiológicos.

  • Trastorno de fobia social y ansiedad social en la infancia:

Miedo excesivo a mostrar signos de vergüenza y a la evaluación que los demás puedan hacer de ellos.

  • Trastorno de fobias específicas:

Miedo excesivo a cosas o situaciones concretas que producen una respuesta de ansiedad inmediata causando malestar y/o comportamientos disfuncionales.

  • Trastorno de pánico:

Ataques de pánico repetidos e inesperados acompañados de múltiples signos físicos. Estos no deben darse únicamente en una situación.

Teniendo en cuenta el malestar que producen en el niño y la gran influencia que tienen en el funcionamiento social y académico, es importante que la familia tenga herramientas para detectar cuando podría tratarse de un trastornos de ansiedad y acudir a un profesional especializado si tienen sospechas.

Por Instituto Carbonell 14 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que no existe una diferencia de edad perfecta en la pareja, porque lo verdaderamente determinante no son los años, sino la conexión emocional. Señala que en consulta ha visto parejas con grandes diferencias de edad —tanto hombres mayores con mujeres más jóvenes como a la inversa— que funcionan muy bien gracias a su complicidad, afinidad intelectual, intereses compartidos y energía similar. Destaca que ninguna edad garantiza que una relación vaya a durar, del mismo modo que tampoco lo hacen otros factores como la cultura, los hijos o los proyectos en común. Por ello, recomienda no dejarse influir por la opinión social y centrarse en lo que la relación aporta a quienes la viven. Concluye afirmando que, más allá de estadísticas o prejuicios, lo esencial es cómo cada pareja cuida su vínculo y afronta sus propias complejidades.
Por Instituto Carbonell 13 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que en la vida, y especialmente en el amor, no todo vale. Señala que aunque tengamos objetivos personales o afectivos, jamás debemos alcanzarlos a costa de manipular, engañar o pasar por encima de los sentimientos de los demás. Advierte que actuar sin límites éticos nos convierte en personas que buscan su propio placer o gratificación sin considerar el daño causado, y eso tiene consecuencias. Subraya que vivimos rodeados de personas con emociones reales, que confían en nuestras palabras y pueden sufrir si usamos esas palabras solo para obtener lo que queremos. Concluye recordando que, igual que no queremos que nos hagan daño, tampoco debemos causarlo: no todo vale y nuestras acciones siempre tienen impacto.
Por Instituto Carbonell 12 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que cuando una relación no fluye de manera natural —ya sea con amistades del pasado, con una expareja, con hijos o con los propios padres— forzarla solo genera desgaste y tensiones innecesarias. Señala que es legítimo intentar recuperar la cordialidad, pero también es esencial reconocer el punto en el que el esfuerzo deja de ser sano y empieza a perjudicar nuestro bienestar. Añade que no debemos supeditar nuestra vida al deseo de obtener perdón o restaurar algo que no avanza por sí solo. Concluye que, si las cosas fluyen, adelante; pero si no, no vale la pena sacrificar la salud emocional intentando que funcione lo que no está preparado para funcionar.