¿Cómo ser una persona carismática?
18 de mayo de 2020
Los gestos de la cara, la forma de hablar y los movimientos corporales pueden determinar cómo será nuestro contacto directo con otras persona, ya que es el reflejo de cómo es nuestra autoestima.
La autoestima influye en todas las áreas de nuestra vida, aunque no nos demos cuenta. Pequeños gestos reflejan cómo somos y cómo nos gustaría que nos vieran. Una de las características que nos puede ayudar a mejorar nuestra autoestima es el carisma.
Ser una persona carismática significa tener la habilidad de tratar con la gente, de ser simpáticos. Tener la facilidad de que nos escuchen y caer bien a los demás. Esta habilidad se puede aprender o potenciar, ya que nos ayudará a mejorar el autoconcepto y la autoestima, influyendo en nuestro bienestar y éxito personal. A continuación, os proponemos una serie de ejercicios
para trabajar nuestro carisma:
1) Dedica tiempo para ti
A veces solemos dedicar tiempo a actividades que no nos gustan o a personas que no nos aportan nada positivo. Para invertir mejor nuestro tiempo, se puede hacer un listado de las actividades donde dedicas tu tiempo a lo largo de la semana. Cuando la tengas debes preguntarte: ¿dedicas demasiado tiempo a cosas que no te hacen sentirte bien? ¿tienes tiempo para ti mismo? Recuerda que cuanto más te gustes a ti mismo y te parezcas interesante, más fácil es que los demás perciban lo mismo. Además al hacerlo te vas a sentir mejor y así transmitirás mayor carisma.
2) Equilibrar nuestra imagen interna como externa
Debemos potenciar ambas partes. Los conocimientos, intereses y habilidades son igual de importantes que nuestra forma de vestir y de cuidarnos.
3) La importancia de la comunicación no verbal.
No esquivar la mirada cuando tenemos una conversación nos puede ayudar a transmitir mejor el mensaje. Un ejercicio para practicar es intentar mirar a los ojos a las personas con quienes tenemos más contacto diario.
Por lo tanto, trabajar habilidades como el carisma, nos ayudará a mejorar nuestra autoestima, la imagen que tenemos de nosotros mismos y a desenvolvernos mejor con los demás.
En opinión del Dr. Carbonell,
todo aquello que nos ayude al crecimiento personal mejorará la salud mental y nos hará más fuerte frente a las adversidades.

El Dr. José Carbonell explica que no existe una diferencia de edad perfecta en la pareja, porque lo verdaderamente determinante no son los años, sino la conexión emocional. Señala que en consulta ha visto parejas con grandes diferencias de edad —tanto hombres mayores con mujeres más jóvenes como a la inversa— que funcionan muy bien gracias a su complicidad, afinidad intelectual, intereses compartidos y energía similar. Destaca que ninguna edad garantiza que una relación vaya a durar, del mismo modo que tampoco lo hacen otros factores como la cultura, los hijos o los proyectos en común. Por ello, recomienda no dejarse influir por la opinión social y centrarse en lo que la relación aporta a quienes la viven. Concluye afirmando que, más allá de estadísticas o prejuicios, lo esencial es cómo cada pareja cuida su vínculo y afronta sus propias complejidades.

El Dr. José Carbonell explica que en la vida, y especialmente en el amor, no todo vale. Señala que aunque tengamos objetivos personales o afectivos, jamás debemos alcanzarlos a costa de manipular, engañar o pasar por encima de los sentimientos de los demás. Advierte que actuar sin límites éticos nos convierte en personas que buscan su propio placer o gratificación sin considerar el daño causado, y eso tiene consecuencias. Subraya que vivimos rodeados de personas con emociones reales, que confían en nuestras palabras y pueden sufrir si usamos esas palabras solo para obtener lo que queremos. Concluye recordando que, igual que no queremos que nos hagan daño, tampoco debemos causarlo: no todo vale y nuestras acciones siempre tienen impacto.

El Dr. José Carbonell explica que cuando una relación no fluye de manera natural —ya sea con amistades del pasado, con una expareja, con hijos o con los propios padres— forzarla solo genera desgaste y tensiones innecesarias. Señala que es legítimo intentar recuperar la cordialidad, pero también es esencial reconocer el punto en el que el esfuerzo deja de ser sano y empieza a perjudicar nuestro bienestar. Añade que no debemos supeditar nuestra vida al deseo de obtener perdón o restaurar algo que no avanza por sí solo. Concluye que, si las cosas fluyen, adelante; pero si no, no vale la pena sacrificar la salud emocional intentando que funcione lo que no está preparado para funcionar.

