Cómo hacer frente al miedo del COVID-19
14 de abril de 2020
Desde que se declaró el estado de alarma, la incertidumbre se ha apoderado de nuestro día. Nos genera ansiedad, miedo, e incluso pánico, por no saber qué va a pasar. El miedo es una emoción de defensa que tenemos los humanos cuando reaccionamos ante situaciones de amenaza. Es decir, es común en las situaciones que nunca hemos experimentado, como esta pandemia, y nos impiden buscar soluciones a nuestra realidad.
Por lo tanto, ¿qué podemos hacer al respecto para que el miedo y la ansiedad no aumente, y poder gestionar mejor las emociones? Proponemos una serie de consejos que nos ayudarán a reducir la incertidumbre y no caer en un estado de ansiedad permanente:
- Debido a la sobreinformación en la televisión y prensa, solemos pensar más en el coronavirus que en otra cosa. Por eso, es importante no estar todo el día pendiente de los medios de comunicación y realizar tareas que nos mantengan con la atención en otras actividades.
- Aceptar la preocupación como algo normal, ya que todo el mundo está pasando por lo mismo que nosotros. Ser conscientes que este miedo nos permite estar alerta y que debemos poner medidas de precaución. Sino no pondríamos medios y esta situación sería más grave (Mejor con salud, 2020).
- El sentido del humor es una buena herramienta para alejarnos del miedo. Desde el principio, por las redes sociales (Whatsapp, Facebook, …) se han enviado imágenes y videos que nos han permitido desconectar de la realidad (Larazón, 2020).
- Si fuera necesario, buscar ayuda de los profesionales de la salud mental, para manejar este estado y no caer en estado ansiosos-depresivos que empeoran nuestra calidad de vida.
En opinión del Dr. Carbonell, estamos viviendo una situación totalmente fuera de lo normal, que requiere soluciones diferentes. Aquí recomendamos cuatro pautas para enfrentarnos al miedo de la incertidumbre. Poner en practica las mismas puede mejorar nuestra calidad de vida.

El Dr. José Carbonell explica que no existe una diferencia de edad perfecta en la pareja, porque lo verdaderamente determinante no son los años, sino la conexión emocional. Señala que en consulta ha visto parejas con grandes diferencias de edad —tanto hombres mayores con mujeres más jóvenes como a la inversa— que funcionan muy bien gracias a su complicidad, afinidad intelectual, intereses compartidos y energía similar. Destaca que ninguna edad garantiza que una relación vaya a durar, del mismo modo que tampoco lo hacen otros factores como la cultura, los hijos o los proyectos en común. Por ello, recomienda no dejarse influir por la opinión social y centrarse en lo que la relación aporta a quienes la viven. Concluye afirmando que, más allá de estadísticas o prejuicios, lo esencial es cómo cada pareja cuida su vínculo y afronta sus propias complejidades.

El Dr. José Carbonell explica que en la vida, y especialmente en el amor, no todo vale. Señala que aunque tengamos objetivos personales o afectivos, jamás debemos alcanzarlos a costa de manipular, engañar o pasar por encima de los sentimientos de los demás. Advierte que actuar sin límites éticos nos convierte en personas que buscan su propio placer o gratificación sin considerar el daño causado, y eso tiene consecuencias. Subraya que vivimos rodeados de personas con emociones reales, que confían en nuestras palabras y pueden sufrir si usamos esas palabras solo para obtener lo que queremos. Concluye recordando que, igual que no queremos que nos hagan daño, tampoco debemos causarlo: no todo vale y nuestras acciones siempre tienen impacto.

El Dr. José Carbonell explica que cuando una relación no fluye de manera natural —ya sea con amistades del pasado, con una expareja, con hijos o con los propios padres— forzarla solo genera desgaste y tensiones innecesarias. Señala que es legítimo intentar recuperar la cordialidad, pero también es esencial reconocer el punto en el que el esfuerzo deja de ser sano y empieza a perjudicar nuestro bienestar. Añade que no debemos supeditar nuestra vida al deseo de obtener perdón o restaurar algo que no avanza por sí solo. Concluye que, si las cosas fluyen, adelante; pero si no, no vale la pena sacrificar la salud emocional intentando que funcione lo que no está preparado para funcionar.

