El maldito sentimiento de culpa

4 de agosto de 2015

Para situarnos, podemos empezar afirmando que el ser humano es el único animal que alberga sentimiento de culpa. Ello nos ocasiona sensaciones de malestar, ansiedad, incertidumbre, arrepentimiento o falta de autoestima. Y además, la culpa puede ser utilizada para manipular o controlar a otras personas, como en el caso del chantaje emocional.

Existen dos tipos básicos de sentimiento de culpa; el real y el falso. El real aparece cuando de forma objetiva somos responsables de actos de los que nos arrepentimos. El falso, por su parte, nos hace sentir responsables de algo que no nos corresponde, como les sucede a los supervivientes de catástrofes o a los hijos durante el divorcio de sus padres.

Tener la capacidad de sentir culpa es algo saludable ya que nos ayuda a discernir entre las buenas y las malas conductas. Pero vivir anclados en la culpa es algo absolutamente insano. Este sentimiento obsesivo de culpa es más común en personas impulsivas o en perfeccionistas que se torturan a menudo por su alto nivel de autoexigencia. Por otro lado, existen personas, como es el caso de los psicópatas, que no sienten culpa ya que carecen de empatía y no se perciben responsables del daño causado a otros.

Culpa y vergüenza suelen ir de la mano ya que la vergüenza se asocia al juicio que otros harán de nosotros y de nuestras acciones, mientras la culpa es el propio malestar. La culpa es sinónimo de responsabilidad y se relaciona con la buena o mala conducta, algo muy valorado por el entorno social.

Ante todo ello, los primeros pasos para no desvivir en la culpa consisten en identificar el tipo de culpa, dónde recae la responsabilidad y las razones que nos llevan a sentirla. Debemos aceptar nuestras acciones o decisiones y de nada sirve fustigarse por ellas sino que hay que adoptar decisiones proactivas. En lugar de quedarnos hundidos en el fango de la culpa, debemos preguntarnos “¿cómo lo voy a arreglar?”.

Por Instituto Carbonell 14 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que no existe una diferencia de edad perfecta en la pareja, porque lo verdaderamente determinante no son los años, sino la conexión emocional. Señala que en consulta ha visto parejas con grandes diferencias de edad —tanto hombres mayores con mujeres más jóvenes como a la inversa— que funcionan muy bien gracias a su complicidad, afinidad intelectual, intereses compartidos y energía similar. Destaca que ninguna edad garantiza que una relación vaya a durar, del mismo modo que tampoco lo hacen otros factores como la cultura, los hijos o los proyectos en común. Por ello, recomienda no dejarse influir por la opinión social y centrarse en lo que la relación aporta a quienes la viven. Concluye afirmando que, más allá de estadísticas o prejuicios, lo esencial es cómo cada pareja cuida su vínculo y afronta sus propias complejidades.
Por Instituto Carbonell 13 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que en la vida, y especialmente en el amor, no todo vale. Señala que aunque tengamos objetivos personales o afectivos, jamás debemos alcanzarlos a costa de manipular, engañar o pasar por encima de los sentimientos de los demás. Advierte que actuar sin límites éticos nos convierte en personas que buscan su propio placer o gratificación sin considerar el daño causado, y eso tiene consecuencias. Subraya que vivimos rodeados de personas con emociones reales, que confían en nuestras palabras y pueden sufrir si usamos esas palabras solo para obtener lo que queremos. Concluye recordando que, igual que no queremos que nos hagan daño, tampoco debemos causarlo: no todo vale y nuestras acciones siempre tienen impacto.
Por Instituto Carbonell 12 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que cuando una relación no fluye de manera natural —ya sea con amistades del pasado, con una expareja, con hijos o con los propios padres— forzarla solo genera desgaste y tensiones innecesarias. Señala que es legítimo intentar recuperar la cordialidad, pero también es esencial reconocer el punto en el que el esfuerzo deja de ser sano y empieza a perjudicar nuestro bienestar. Añade que no debemos supeditar nuestra vida al deseo de obtener perdón o restaurar algo que no avanza por sí solo. Concluye que, si las cosas fluyen, adelante; pero si no, no vale la pena sacrificar la salud emocional intentando que funcione lo que no está preparado para funcionar.