¿Puede el ruido del tráfico crear depresión y ansiedad?
6 de febrero de 2020
Los factores de riesgo en ansiedad y depresión, según un artículo publicado por el Hospital Universitari Clínic de Barcelona, se pueden dividir en dos tipos: los predisponentes y los desencadenantes. La suma de ambos grupos puede provocar un trastorno de ansiedad y/o depresión.
Los factores de riesgo predisponentes hacen que una persona sea más vulnerable en sufrir ansiedad y/o depresión. Algunos ejemplos de éstos son factores hereditarios (tener familiares con algún tipo de trastorno de ansiedad y/o depresión) o estilos de crianza (tener un vínculo no afectivo entre padres e hijos está relacionado con una mayor vulnerabilidad a tener estos trastornos).
Los factores de riesgo desencadenantes son los que provocan la aparición del trastorno. Por ejemplo, entre éstos están las situaciones de estrés y la forma de afrontamiento (las personas que tienden a la evitación tienen mayor probabilidad de desarrollar ansiedad o depresión).
A estos, se les podría añadir un nuevo factor de riesgo que resulta algo singular, encontrado en un estudio realizado por el Instituto de Salud Carlos III (liderado por Julio Díaz y Cristina Linares, del departamento de Epidemiología y Bioestadística de la Escuela Nacional de Sanidad), publicado en la revista Science of the Total Environment .
El resultado de la investigación es que la contaminación acústica urbana, como el ruido del tráfico o la contaminación del aire, es un factor de riesgo en los ingresos hospitalarios urgentes por estas enfermedades. El artículo explica que aunque no haya muchos estudios relacionados con el tema hay que seguir profundizando en la relación entre el ruido del tráfico, el estrés neurológico y el desarrollo de enfermedad mental.
En opinión del Dr. Carbonell,
en referente a lo que queda reflejado en el artículo anterior, el ruido es un factor de riesgo a tener en cuenta en aquellas personas que desarrollan ansiedad y/o depresión.

El Dr. José Carbonell explica que no existe una diferencia de edad perfecta en la pareja, porque lo verdaderamente determinante no son los años, sino la conexión emocional. Señala que en consulta ha visto parejas con grandes diferencias de edad —tanto hombres mayores con mujeres más jóvenes como a la inversa— que funcionan muy bien gracias a su complicidad, afinidad intelectual, intereses compartidos y energía similar. Destaca que ninguna edad garantiza que una relación vaya a durar, del mismo modo que tampoco lo hacen otros factores como la cultura, los hijos o los proyectos en común. Por ello, recomienda no dejarse influir por la opinión social y centrarse en lo que la relación aporta a quienes la viven. Concluye afirmando que, más allá de estadísticas o prejuicios, lo esencial es cómo cada pareja cuida su vínculo y afronta sus propias complejidades.

El Dr. José Carbonell explica que en la vida, y especialmente en el amor, no todo vale. Señala que aunque tengamos objetivos personales o afectivos, jamás debemos alcanzarlos a costa de manipular, engañar o pasar por encima de los sentimientos de los demás. Advierte que actuar sin límites éticos nos convierte en personas que buscan su propio placer o gratificación sin considerar el daño causado, y eso tiene consecuencias. Subraya que vivimos rodeados de personas con emociones reales, que confían en nuestras palabras y pueden sufrir si usamos esas palabras solo para obtener lo que queremos. Concluye recordando que, igual que no queremos que nos hagan daño, tampoco debemos causarlo: no todo vale y nuestras acciones siempre tienen impacto.

El Dr. José Carbonell explica que cuando una relación no fluye de manera natural —ya sea con amistades del pasado, con una expareja, con hijos o con los propios padres— forzarla solo genera desgaste y tensiones innecesarias. Señala que es legítimo intentar recuperar la cordialidad, pero también es esencial reconocer el punto en el que el esfuerzo deja de ser sano y empieza a perjudicar nuestro bienestar. Añade que no debemos supeditar nuestra vida al deseo de obtener perdón o restaurar algo que no avanza por sí solo. Concluye que, si las cosas fluyen, adelante; pero si no, no vale la pena sacrificar la salud emocional intentando que funcione lo que no está preparado para funcionar.

