La falta de educación

28 de julio de 2015

Los consejos para lograr el bienestar físico suelen ir enfocados como es lógico, a trabajar y cuidar el propio cuerpo. Sin embargo, más allá de las abdominales que hagamos o de la cantidad de veces que acudamos al médico, existen otros factores íntimamente ligados con nuestra salud y esperanza de vida.

Un estudio realizado en Nueva York y publicado en la revista PLOS ONE, ha investigado de qué manera el nivel educativo puede repercutir en el nivel de salud.  Aunque ya existía la creencia de que a mayor educación, mejor salud, los resultados no dejan de ser impactantes. Las cifras muestran que la falta de educación puede ser equiparable al consumo de tabaco en cuanto a daños en la salud.

Si en 2010 los estadounidenses que no acabaron los estudios, los hubieran concluido, podrían haberse ahorrado 145.243 vidas. Para hallar este dato, se contabilizó el número de muertes entre las personas que no finalizan el instituto y por otra parte se calcularon los fallecimientos que se hubiesen producido en estas mismas personas si tuvieran los mismos porcentajes de mortalidad que el grupo que si había completado esta etapa.  La diferencia entre los 2 resultados muestra el número de vidas que se podrían haber salvado.

Una mejor educación se asocia con una mayor esperanza de vida ya que implica un mayor nivel cultural y por ende,  más y mejores conocimientos sobre salud. Esto repercute en una mejor alimentación, realización de hábitos saludables y menor consumo de drogas.

Ya en un estudio realizado en los años 80, se pudo observar que el riesgo de contagiarse de VIH era mayor entre los drogodependientes con una menor educación, ya que éstos tenían mayor tendencia a determinados comportamientos de riesgo como por ejemplo, compartir jeringuilla con otros toxicómanos.

Además, se hipotetiza que aquellos con mejor educación tienen una mejor actitud ante los tratamientos médicos y  se adhieren con más facilidad a las pautas terapéuticas.

Por Instituto Carbonell 22 de diciembre de 2025
El vínculo entre humanos y animales se conoce desde hace casi 15 000 años. Investigaciones como las de la Cátedra de la Fundación Affinity Animales y Salud de la Universidad Autónoma de Barcelona muestran que esta unión tiene efectos directos en la salud mental y física de ambos. Diversos estudios indican que la interacción entre persona y canino tiene beneficios psicosociales medibles. De hecho, tener un perro es un indicador de satisfacción vital equivalente al contacto frecuente con amigos y familiares. Además, los programas de terapias asistidas con animales han demostrado que el vínculo con perros mejora el bienestar emocional, cognitivo y social. Asimismo, esta unión entre ambos puede: Ayudar a reducir el cortisol (la hormona del estrés) Aumentar la oxitocina (la hormona del amor y del apego) Mitigar el sentimiento de soledad Fomentar el sentido de responsabilidad Reforzar la autoestima Facilitar la expresión emocional Mantener un ritmo cardiorrespiratorio más relajado Fortalecer el sistema inmunológico En opinión del Dr. Carbonell, los beneficios de convivir con un perro se extienden a muchísimos aspectos del bienestar de las personas. Son un miembro más de la familia, una fuente de afecto y amor incondicional… por algo les llaman “el mejor amigo del hombre”.
Por Instituto Carbonell 22 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que las infidelidades ocultas son extremadamente difíciles de sostener y generan un desgaste personal enorme, porque vivir dos vidas paralelas casi nunca funciona. Advierte que la otra persona puede descubrir la infidelidad en cualquier momento, lo que puede generar chantaje o vulnerabilidad emocional. Recomienda que, ante estas situaciones, lo más importante es pensar en uno mismo, acudir a un terapeuta o psicólogo y valorar de manera consciente los pros y contras de las decisiones, evitando caer en dinámicas destructivas que comprometan la salud emocional.
Por Instituto Carbonell 21 de diciembre de 2025
El Dr. José Carbonell explica que las rupturas inesperadas ocurren cuando un proyecto de vida compartido se desmorona sin aviso, a pesar de que una persona esté haciendo todo lo posible por mantenerlo. Señala que, ante estas situaciones, no se puede especular sobre el futuro ni depender de la otra persona; lo primordial es centrarse en uno mismo y en la propia recuperación. Recomienda apoyarse en un terapeuta o psiquiatra para procesar la experiencia, aprender de ella y construir una nueva vida que aproveche lo positivo vivido, sin quedar hipotecada por el fracaso o las experiencias negativas.