¿Cómo reconocer la sobrecarga emocional?
20 de mayo de 2020
Cuando se viven situaciones estresantes, como la actual, las personas podemos sentir que no tenemos bajo control nuestra vida, afectando a nuestro estado emocional. Esto puede causar “fatiga o sobrecarga emocional”. Es decir, un estado emocional que aparece cuando el entorno es estresante y la persona no tiene los recursos o la capacidad suficiente para cambiar las circunstancias. Como cuando estiramos una goma elástica durante mucho tiempo y al final pierde su forma original.
Algunos de los motivos por los que puede aparecer son trabajos que implican mucha responsabilidad o que necesitan un sobreesfuerzo físico y emocional, situaciones de estrés prolongado, cambios bruscos de rutina, pérdida de un ser querido, enfermedad, ...
Los síntomas
que nos avisarían de la sobrecarga emocional son el bajo estado de ánimo, la falta de energía, la irritabilidad o la dificultad para concentrarse. En casos más graves, puede aparecer ansiedad, miedo, angustia, insomnio e incluso no te sientes bien con otras personas.
Si la situación de fatiga o sobrecarga emocional se prolonga, la persona puede llegar a desarrollar depresión. Por lo tanto, se disminuyen las emociones positivas, entrando en un bucle de malestar que nos puede causar un estado de ánimo depresivo.
En opinión del Dr. Carbonell, ante esta situación se recomienda acudir a profesionales de la salud mental para que nos ayuden a gestionar el estrés y nuestras preocupaciones.

El Dr. José Carbonell, médico y psiquiatra, reflexiona en este mensaje sobre una de las trampas emocionales más comunes tras una ruptura o una gran discusión de pareja: quedarnos esperando . Muchas veces, después de que una relación se rompe, nace la esperanza de que tal vez todo vuelva a su cauce, de que la persona con la que compartíamos la vida reflexione, cambie y regrese. Nos aferramos a la idea de que lo que fue puede reconstruirse, de que ese proyecto de vida que diseñamos juntos aún puede tener sentido. Sin embargo, Carbonell advierte que esta espera nos paraliza y nos hace perder tiempo vital . Mientras deseamos que la otra persona reconsidere sus decisiones, dejamos de vivir el presente. Posponemos nuestra recuperación emocional, nuestras metas personales y, lo más grave, nuestra vida misma, esperando algo que tal vez nunca suceda. Además, el doctor señala que, muchas veces, la otra persona ya está en otra etapa , ha dado pasos hacia adelante e incluso puede haber pasado de un sentimiento de amor a indiferencia o rechazo. En cambio, quien espera se queda anclado a un pasado idealizado que ya no existe. Vivir de esa forma es hipotecar el futuro por una esperanza que no depende de nosotros. Por eso, el llamado es claro: deja de esperar . Centra tu atención en ti, en reconstruir tu autoestima, en recuperar tus proyectos, tu bienestar, tus ilusiones. Invierte en ti y en tu vida sin estar condicionado por lo que otra persona haga o deje de hacer. Solo así podrás avanzar, crecer y abrirte a nuevas experiencias que sí estén alineadas con tu presente y con tu valor. Carbonell concluye animando a compartir experiencias sobre cómo cada uno ha gestionado este tipo de situaciones, reconociendo que sanar es un proceso individual pero más llevadero cuando se hace en comunidad y con consciencia.